Ya habían llegado los ordenadores y los videoclubs, lo que significó que los jóvenes fuesen abandonando los tebeos al ritmo que la industria dedicada a su entretenimiento iba aumentando la oferta. En pleno declive de la viñeta, la editorial Bruguera hizo un último intento de llegar a los adolescentes. No contaba con sus dibujantes tradicionales, habían huido, y recurrió al Equipo Butifarra. El resultado fue una revista que denunciaba el paro y definía ya lo que aparecía en los medios como idioteces. Crítica corrosiva para chavales
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