El Estado presume de querernos. Su retórica está repleta de palabras amables, desde ayuda, empleo, justicia y solidaridad, hasta progreso, servicios públicos, igualdad o libertad. El problema estriba en que no es evidentemente cierto que el Estado democrático moderno se traduzca en la ayuda, el empleo, la justicia, la igualdad, la libertad y otras bellas palabras que propugna una y otra vez.
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