Hoy, 1.461 días después, las sociedades vasca y española siguen esperando que alguien cruce la puerta, tome la silla y se siente a la mesa de la reconciliación. Ni víctimas ni verdugos han olvidado, pero comienzan a reconocerse como interlocutores. El Estado, sin embargo, ha aparcado la cuestión, que queda en la mesa para el próximo Gobierno.
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