Exactamente el mismo día que salía a la luz el Galapagargate, pasaba de puntillas la noticia de que las viviendas de protección oficial que Blackstone adquirió en Madrid en 2013 a un precio ridículo mediante un chanchullo preparado por el consistorio de Ana Botella habían multiplicado su valor en un 400%. Es decir, unos 800 millones de euros saqueados gracias a un fondo buitre. Pero esa barbaridad no merecía ni un tuit, ni un mal sarcasmo, ni un ataquito de rabia, nada: era el momento de obedecer a las cheerleaders de la derecha.
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