No fue capaz de aguantarle la mirada. Fueron 50 segundos, pero a Ortega Smith le parecieron una democracia entera. El ultraderechista que combina apellido de filósofo con fabricante de pistolas se había plantado en primera fila de un acto sobre violencia machista para negar, con un grupo de víctimas allí presentes, que tal violencia existiera. Esto es –para que hasta un ultraderechista pueda entenderlo– como ir a un entierro a mearte en la caja del muerto y pretender que la familia te guarde respeto o si no, te enfadas.
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