Las personas más sensibles son también más propensas a tener pesadillas. Ciertos traumas de la infancia o de la juventud pueden llevar a sensaciones de inseguridad o a presentar una alta necesidad de validación, lo que puede resultar en un disparador para que experiencias posteriores, que a simple vista pueden parecer insignificantes -como recibir una crítica- resulten en el origen de pesadillas.
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