Se accede a su interior por dos puertas, una en cada extremo, y se baja una veintena de escalones, lo que da una idea de que no es demasiado profundo. También es oscuro y húmedo, y testimonios de la época apuntan que no era raro que en algunos refugios hubiera también ratas. Hay unos respiraderos en el techo para impedir que las personas refugiadas allí murieran asfixiadas, y es un lugar austero, poco más que un pasillo, construido con rapidez y que sólo tenía un objetivo: mantener a los vecinos del lugar a salvo de las bombas.
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