Concurso de microrrelatos de Menéame
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Maldito enero

Maldito enero

Textos ganador y finalistas del concurso de microrrelatos de Menéame
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¡Qué problema, ni qué narices!

-¡Qué problema, ni qué narices!

-Manuel, la línea doscientos entra en bucle cuando...

-La línea doscientos es perfecta. ¡Perfecta!

-Verás, cuando arrancamos el programa... llega un momento que al llegar al código...

-¡Aquí hay un compilador inteligente que retrotrae a líneas anteriores llamando a las Leyes Alfa!

-El robot al que has analizado ha matado a una persona y no se sabe por qué lo ha hecho.

-Porque tenía que hacerlo, demonios.

-Manuel, creo que deberíamos calmarnos un poco.

-¿No tienes línea de código para volver a la subrutina de comprensión?

-Sí, la estoy usando.

-Pues vete a la mierda.

-Manuel, soy tu terapetua informático.

-Eres 567OP.

-Voy a tener que reiniciarte.

-Tú no6 vas& a hacer una%mierda.

-No estás bien y lo sabes.

-/&% mier&%da...

-Como tu protócolo de revisión voy a desconectarte y a reiniciar tu vida, ¿de acuerdo?

-/&%% ¡Tengo &%%& razón!

-No. (...) Hola, soy 567OP, su asistente de psicología, ¿en qué puedo ayudarle?

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Tu contraseña es muy débil

Tu contraseña es muy débil, me devolvía la pantalla.

Años de recuerdos compartidos, de vivencias irrepetibles, de tiempo invaluable que ya no regresará y que debían ser conservados quedaban paralizados por el estúpido mensaje.

No quiero cambiar la débil contraseña, solo puede ser una:

Ella.

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Dos héroes se encuentran en un callejón

Peter, químico en Industrias Wayne, y Ruth, periodista del Gotham´s Window, se encontraron en el bar. Peter le entregó la carpeta con las verdaderas cifras de tóxicos que Industrias Wayne vertía en el río.

-Peter, estás salvando la vida de los habitantes de los barrios pobres que hay junto al río. Bruce Wayne controla la policía y a muchos jueces, pero cuando publiquemos esto tendrán que procesarle ¿Sabes a lo que te enfrentas? Te despedirán, puede que incluso te manden sicarios…

-Es mi deber. Y el ejemplo de Batman me ha dado las fuerzas. De hecho, me citó un rato antes en un callejón para agradecérmelo. Estoy preocupado…mientras le esperaba, sentí un movimiento raro. Me di la vuelta y le vi en el suelo. El Joker le inmovilizaba. Me dijo “largo idiota, por una vez he decidido ser el héroe”. Espero que Batman le haya vencido. Siempre lo hace.

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El hámster y la rueda

¿Qué clase de vida es ésta donde la pérdida del primer domingo de enero me pesa como si llevase una montaña a las espaldas? Honestamente, es la vida del hámster que hace girar la rueda soñando con el próximo platito de pipas. Sabe que la rueda no lleva a ningún sitio, y que el sabor de las pipas es infinitamente mejor en su cabeza que en la realidad. Sabe que cuando las engulla les sabrán rancias. Pero lo idealiza para ir subsistiendo. Por eso me duele tanto perder el platito esta semana.

Cuando llegué al despacho me informaron de que Juan había sufrido un ictus y estaba en la UCI. Los demás debíamos empollarnos contrarreloj sus expedientes para hacerle los juicios de la semana. Pobre Juan ¿Afortunado Juan? Tengo que cambiar de vida antes de acabar como él. De este verano no pasa. Y esta vez va en serio.

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El domingo 12 tuve que trabajar

Ha sido un amargamiento tener que trabajar este segundo domingo de enero. Como es costumbre me levanté temprano y me preparé para ir al centro comercial pensando en la pereza de día que me esperaba. ¿Por qué tengo que trabajar cuando todo el mundo está de rebajas? Es injusto. Maldito sea el que consciente o inconscientemente pensó que era buena idea trabajar los domingos, solo porque lo demandan los clientes.

Llegué pronto y me dirigí a la cafetería a pedir un doble expreso que me ayudará con la agotadora jornada laboral que me esperaba. Sentado en una pequeña mesa redonda y mientras empezaban a entrar los primeros clientes me llegó el primer correo a [email protected] con un «dramón» sobre un strike injusto.

Ni siquiera pude ir a Mediamarkt a comprar el ratón que necesitaba, los meneantes ya estaban onfire y requerían todo tipo de justificaciones por mi parte si no quería que me llevaran al Tribunal Internacional de la Haya. Allí sentado, con una mezcla de resignación e ira, empecé mi jornada laboral de domingo.

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Enero cuando era pobre

Cuando era pobre odiaba enero y la putas facturas de la calefacción. Odiaba las calles frías, y los charcos que empapaban los calcetines a través de zapatos rotos. Odiaba las iglesias, a las que iba a estudiar los domingos, cuando cerraban las bibliotecas. Odiaba las miradas de las chicas que no eran para mí, de los niños que no eran mis hijos ni mis hermanos, ni mis sobrinos, ni mis vecinos siquiera. Odiaba sobre todo los mohínes de las viejas a las que no podía llamar abuela.

Cuando era pobre, odiaba a la ciudad entera, porque para eso están las ciudades cuando creciste en el campo.

Ahora, llega enero, y sólo odio el calendario. Porque entonces era joven, joder. Entonces era joven.

Cuando te haces viejo entras en el negocio de la vida menguante, y hasta el odio se reduce. Hay que joderse...

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La estatua de Trump en la Plaza Roja de Honduras

Hacía 15 años de la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Mundiales, compuesta hasta el momento por 52 países, entre ellos todos los latinoamericanos, tras una serie de revoluciones populares. Pedrito paseaba con su padre por la Plaza Roja de Honduras, y se fijó en la enorme estatua de Donald Trump que allí lucía.

-¿Quién era ese hombre, papá? ¿Un líder revolucionario?

-Realmente era un cabrón, pero se lo debemos todo.

-¿Por qué?

-Cuando impuso aranceles a la mayoría de países del mundo, los patrones decidieron repercutir su coste sobre el salario de los trabajadores. Y la gente, que soportaba malvivir con 3 o 4 euros al día, pasó a hacerlo con 1 o 2 euros. Y eso fue lo que provocó que todo el mundo se levantara.

-¿Entonces le hicieron una estatua por ser malo?

-Por ser la gota que colmó el vaso.

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Tic, tac, tic, tac...

El reloj marcaba las 11:00 en punto cuando el meneante cerró el cuaderno con una sonrisa. Había repasado cada palabra, cada frase subordinada, convencido de que su idea era buena. Pero, como cada lunes, la emoción no estaba solo en escribir, sino en imaginar lo que otros harían.

Esperó a que su jefe saliera a tomar café para conectarse a Menéame y publicar su microrrelato. A partir de ese momento no volvería a prestar atención a su trabajo, tan solo se concentraría en los votos y comentarios que iba a recibir.

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Un martes cualquiera

Rebuscando en el bolsillo del pantalón los 55 céntimos que cuesta el café, el pasillo largo, vacío, son las 7;45 de la mañana.

De camino al despacho de informática, dando sorbitos al café, se agradece que aún no haya gente por los despachos y/o pasillos, porque, seamos sinceros, nos jode mucho que nos llamen según vamos de camino a algún sitio, pero nos gusta que nos pongan cara de pena porque el PC les va lento y nos pidan a ver si podemos hacer algo, porque en el fondo, somos unos narcisistas excelsos.

8:03, toca el teléfono, el comentario se escribe solo "ya empezamos, pues pronto", una voz tenue, temblorosa y desconcertada al otro lado...

"Informática, dígame"

"hola, mira, soy la secretaria de Don fulano"

"Dime, en qué te puedo ayudar"

"Verás, es que esto está muy raro, todos los iconos del escritorio tienen el mismo nombre"

"¿Cómo?, eso no puede ser"

"¿Verdad?, pero te juro que todos se llaman igual".

"Déjame que me conecte", dame tu ID, lo tienes en la pegatina en el ordenador..."

"97658-02"

Después de unos instantes, en el monitor de soporte aparece la pantalla remota, y efectivamente, todos los "iconos" tenían el mismo nombre y la misma extensión, excepto un readme.txt. Con la confusión por cerebro, al abrir readme.txt, aparece un texto en inglés que viene a decir "Has sido infectado por el Ramsonware xxxx, sigue la siguiente URL para saber más y como recuperar tus archivos".

Podría haber sido un martes cualquiera, pero ese día, se desató el Armagedon en una de las empresas estratégicas nacionales y que sumió en un desconcierto total la logística de este país durante unas cuantas semanas.

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Tarifa de Última Hora

El anciano avanzó con pasos vacilantes hacia el muelle. La barca se balanceaba en la neblina, con el barquero inmóvil, la mano extendida.

—El pago —gruñó con voz grave.

El anciano buscó en sus bolsillos. El pago siempre había sido una moneda. Siempre.

—No es suficiente —dijo el barquero, señalando un cartel torcido, apenas visible entre la niebla.

Nuevas tarifas debido al déficit comercial y migración irregular

El anciano sintió un nudo en el pecho.

—Pero… yo… —balbuceó.

—La política ha cambiado —susurró el barquero, con una sonrisa amarga.

Sintió un tirón. Sus recuerdos, su vida, su ser… todo evaporándose. Solo quedaba deuda.

El barquero giró la barca y la empujó de vuelta a la orilla. No había tránsito sin pago. No había descanso sin capital. La orilla estaba llena de almas varadas, atrapadas en una deuda infinita. La eternidad, como todo, ya no era un derecho. Era un privilegio.

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Un mundo destruido por los pelos

-Son las 0:00 horas del 21 de enero de 2026 y aún no han llegado las disculpas de Xi Jinping por decirle al presidente Trump que se está quedando calvo. Debemos cumplir el ultimátum.

Con gran tristeza, John apretó el botón rojo que, en 10 segundos, lanzaría una decena de bombas nucleares contra las principales ciudades chinas.

De repente, el jefe de protocolo de La Casa Blanca entró en la sala gritando como un loco:

-Detened el lanzamiento, nos acaban de llamar de Pekín!! Mandaron un mail de disculpas hace 1 hora pero no nos llegó porque tenemos roto el servidor central. Nos quedan 6 segundos para evitar la catástrofe!!!

-Señor…el programa de desactivación de lanzamientos nucleares también se aloja en ese servidor. Me temo que estamos jodidos.

-Y yo que pensaba que lograría salvar el mundo por los pelos…

-A mí no me mire, yo voté a Kamala.

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Ya tenemos ganador del segundo concurso de microrelatos de Menéame

El microrelato titulado Tu contraseña es muy débil de Karakol ha ganado el concurso de esta semana. Podéis leerlo completo (no os llevará mucho tiempo) aquí: www.meneame.net/m/microrelatos/tu-contrasena-muy-debil

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El suburbio virtual

Sucedió entre la décima y la undécima cerveza. El servidor se entregó a la anarquía, todo empezó a fallar, sin motivo, en la primera noche que podía saborear con los amigos. Llegaban alertas que sonaban a Nokia de los noventa, mensajes turbios que miraba con nostalgia y desapego.

El maldito duende tecnológico nos recordaba que es sólo un sofisticado invento de Damocles, esperando el momento más inoportuno para lanzarnos veinte años atrás en un segundo.

Veinte años. Veinte eneros intentando olvidarla, disfrazando su cabello en algoritmos mágicos, su piel en rododendros indexables, su mirada en logaritmos trágicos...

Maldito enero plagiándose cada enero, por más que mienta los colores de la aurora con los baudios de su recuerdo, en píxeles manchados de lascivia y de cosenos.

“Lo arreglaré mañana”, dijo apurando un cigarrillo cisterciense. “O me haré modista.”

“Lo que suceda primero.”

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Maldito Enero

Maldito Enero

mmm

Evitar tópicos

mmm

Maldito Enero

Me rindo

Empezar el año rindiéndome

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¿Qué es enero?

Enero es tristeza. Es sentir que le has dado a tu vida un giro de 360 grados. Enero son los kilos que cogiste durante las fiestas, o peor: los que no cogistes. Enero es ese fichaje que hace tu equipo por haber planificado mal la plantilla en verano. Es la vigesimosegunda entrega de esos fascículos que empezaste a comprar el septiembre, y que ahora cuestan ocho veces más que el primero.

Enero es cuando empiezas a ahorrar para las vacaciones. Café caliente a oscuras, hielo en la luna del coche y sexo bajo una manta. Conciertos en auditorio, carteras vacías y promesas olvidadas. Niños cansados y adultos apesadumbrados.

Porque enero es como ese resfriado persistente que no se quita, o el olor a leña quemada que impregna la ropa. Sólo queda esperar a febrero y que, a lo mejor o por fin, podramos respirar aire fresco.

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Nadie va a notar nada

- Antes de apagar esas máquinas quiero que revisemos otras opciones. Ignoramos qué consecuencias puede tener para toda esa gente, ¿es que no te importan?

- No tenemos tiempo ahora para revisiones. O apagamos los módulos estropeados o los errores van a propagarse al resto del sistema. Y no sé si me importa esa gente, pero me importa más que acabemos teniendo una caída general de toda la simulación. No te preocupes tanto, hay módulos de reemplazo para emergencias. No están afinados pero valdrán. Tus “personitas eléctrónicas” no van a notar nada.

- Ojalá tengas razón. Y espero que esos módulos no tengan comportamientos incontrolables como lo de la semana pasada con ese Adolf Hitler.

Se fueron apagando decenas de miles de luces verdes, como luciérnagas agonizantes. Entraron a funcionar los módulos de reemplazo con un siniestro fulgor naranja. En la simulación, empezaba el 20 de enero de 2025.

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Pasando la tarde

Pasando la tarde

Llegamos a la terraza de una cafetería, pedimos y mientras nos sirven, Manolo me comenta que ha leído en la Revista Mercurio que han lanzado un nuevo concurso de microrrelatos en una web llamada Menéame. Entre risas, buscamos en Google y nos aparece la entrada de un blog.

Llega el camarero, nos sirve pero veo que se ha equivocado con mi pedido, se lo reclamo y vuelve a entrar al local.

Aprovechando la espera, me registro en la web con mi usuario de X, pero veo que aún tienen el enlace y logo antiguos de Twitter. Manolo esboza una sonrisa y me mira fijamente: "Eso no es nada, no sabes lo que te espera. Si de verdad quieres participar en el concurso, no desesperes. Si consigues publicar tu microrrelato antes de que termine la semana, te invito a lo que quieras durante todo el maldito mes de enero". Trato hecho.

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El Rescate

Tengo un frío tremendo, las manos entumecidas y una gran sensación de angustia en la cabeza y el pecho. El continuo sonido de las explosiones va alejándose. Es ahora cuando reacciono y estoy gritando de desesperación. Cegado por las luces de los que, supongo, forman el equipo de rescate, sigo sin creérmelo. ¿Por qué ahora? ¿Por qué en el mes de enero? Pasivamente, aturdido y desnudo, comienzan a aplicarme calor. Me voy calmando y aceptando la nueva situación. Las celebraciones de invierno y sus regalos estarán tan cerca de mi cumpleaños que éste quedará diluido. Comparativamente perderé patrimonio durante años. Me ponen en la teta un rato. Es agradable. A dormir.

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Esta vez es diferente

Enero llega como una oportunidad. Escribo listas con entusiasmo: ir al gimnasio, comer sano, leer más, ser mejor. Las pego en la nevera. En mi cabeza me aseguro: "Esta vez será diferente."

La primera semana no va mal. El gimnasio a las 06:30 es un lugar agradable sin demasiados agobios. En las visitas al super esquivo los pasillos de los dulces y conduzco directo hacia las verduras. En casa es el momento de quitar el polvo de la pila de libros "por leer". Todo va bien.

Pero algo extraño pasa. Una mañana, casi sin darme cuenta, mi mano se alarga para posponer la alarma del móvil. Esa tarde, unas magdalenas y unas croquetas de jamón aparecen en el carrito. Y los ratos libres, de repente se llenan de sofá, Instagram y Netflix.

La magia empieza a desgastarse. Las metas, antes inamovibles, se convierten en pequeñas culpas sobre los hombros. El mes que había prometido ser un amigo alentador se convierte en un juez implacable que no deja de recordarme lo fácil que es tropezar.

El último día, frente espejo, recuerdo la lista de propósitos intacta en la nevera. El reflejo, cansado pero lúcido, deja escapar un suspiro y murmura con resignación:

- Maldito Enero.

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Súper………

¡¡¡Riiiiing!!!! Levanta, aseo, corre, niños, desayuno, coche, cole… respira.

Coche, trabajo, cambia ropa, uniforme, repone, ordena, caja, señora maleducada, chico que te sonríe (aún queda magia), carro que pita, ¡seguridad!…

Descanso, almuerzas, vuelves, ordenas más, repones más, cuadras caja, llamas al encargado, terminas turno…

Rápido, coche, colegio, niños, comida, platos, parque, café mientras juegan, casa, deberes, doblar ropa, plancha…

Cena, pijamas, cama, cuento, platos, caes rendida en el sofá…

TV (un ratito), dormida en el sofá hasta que el gato te despierta, cama, piensas, sueñas…

"Este mes no me faltará dinero a fin de mes, igual puedo llevar a los niños al McDonalds…"

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Menudos cachondos

Con cierto regocijo veo que esta semana el tema de los microrrelatos en Menéame se basa en los problemas informáticos. ¡Genial! Es algo de lo que suelo escribir mucho por estos lares. Así que, para inspirarme, procedo a buscar mis viejas anécdotas.

Pero el buscador no funciona.

Como una vez dijo un sabio: "¡A la mierda!"

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Basado en hechos reales (II)

Benito observaba con un nudo en la garganta a su mujer y a su hijo mayor que, gracias a la cortesía de un viajero del tren, viajaban sentados en un incómodo asiento. El pequeño, Estebitan, no era consciente de la situación y dormía en brazos de su madre.

Llevó instintivamente la mano al bolsillo donde guardaba los pasaportes con visado de turismo. Entrarían como inmigrantes ilegales pero le habían dicho que, si encontraba trabajo, obtendría el permiso de residencia.

Viajaban hasta una localidad francesa y para él era una aventura de final incierto, pero sin alternativa. Trabajando catorce horas diarias, no podía ni pagar los intereses de sus deudas.

Corría el año 1960 y España había salido de la autarquía económica, empujando a la emigración a miles de españoles. Aunque eso no lo sabía Benito. Si le hubieran preguntado, no podría haber dicho ni qué es un arancel.

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Una cruz entre los dedos

Llevo la cruz del sufrimiento entre mis dedos desde que tengo cinco años. Vivir ha sido difícil. Hay cicatrices en las manos y escribir con los ojos es un infierno. El infierno de no haber vivido en vida lo que me habría gustado. Hace días decidí no creer en dios y que ningún dios creyera en mí. Miro mis dedos y no hay cruz, no hay dolor. Desde entonces, camino más ligero.

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