A Hitler se le volatilizó un testículo en la sangrienta batalla de Somme, librada entre tropas franco-británicas y alemanas durante la Primera Guerra Mundial, entre julio y noviembre de 1916. Una reveladora conversación transcrita de un documento desclasificado entre el médico militar que le atendió, Johan Jambor, y el sacerdote Franciszek Pawlar desvelaba la monorquidia de aquel cabo de veintisiete años que tantos quebraderos de cabeza daría luego a la Humanidad entera: «Su abdomen y sus piernas estaban cubiertas de sangre.
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