Por desgracia, el segundo verso del himno ucraniano –«el destino/la fortuna nos sonríe, hermanos ucranianos»– ya no está vigente. Peor aún, deberíamos extender a la propia Europa este repliegue de la fortuna: el destino/la fortuna ya no nos sonríe, hermanos europeos. La situación es hoy tan grave, que habría que repetir una y otra vez los mismos argumentos de siempre; quizá encuentren más eco ahora que la crisis ha estallado abiertamente.