A finales del siglo XIX, cuando el japonismo estaba en su pleno apogeo, hubo una mujer que rompió moldes no sólo en Occidente, sino también en el propio Japón. Se presentó ante jefes de estado, inspiró a dramaturgos y músicos –ella está tras la Madame Butterfly de Puccini-, y fue inmortalizada por muchos artistas destacados de la época como el mismísimo Picasso o Ramón Casas. Su nombre era Sadayakko (1871-1946).
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