La injerencia política en la gestión de las artes es un mal endémico en España.La clase política interfiere sin conocimiento ni preparación. Incluso opina y discute acerca de decisiones profesionales que deberían recaer exclusivamente en los gestores que ellos mismos designan y que precisamente para eso están. El problema se agrava cuando el gestor nombrado –a dedo directamente, o bien enmascarado en un concurso público- tampoco tiene la capacidad ni la cualificación para desempeñar el puesto...
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