En marzo de 1970 un neurocirujano de prestigio arruinaría su carrera por un experimento histórico. A pesar de ser uno de los profesionales más reconocidos del gremio lo que ocurriría en aquel quirófano de un hospital de Cleveland le señalaría para siempre como el verdadero Doctor Frankenstein y una autoridad en la industria de la vivisección más cruel.
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