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Postmortem: La vida y las muertes de un investigador médico forense  

Aún recuerdo la primera vez que olí un cerebro. Fue por mi abuelo, al abrir los cráneos de unas ardillas que había matado. Bajaban corriendo por los nogales y los robles entre los árboles de Luisiana, donde me crié, luego se detenían bajo la mira de mi abuelo y ahí acababa todo. Yo era muy pequeño, por eso nunca me pareció extraño que los sesos de las ardillas fueran añadidos a los huevos revueltos que mi abuela cocinaba para el abuelo.

| etiquetas: crimen , médico forense , investigación

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