Vivimos en la cultura del éxito. Lleva instaurada en la humanidad desde hace 3.000 años, por lo menos. Medimos la felicidad según las posesiones que tengamos, trabajo, esposa, hijos y cómo consigamos colocarlos, los que puedan, a estos últimos, en puestos de trabajo de futuro, haciendo una demostración total de nepotismo doméstico. Ese nepotismo que tanto criticamos a políticos y altos cargos. Probablemente, esta época sea el auge de la cultura del éxito.
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