Los leones, en el Próximo Oriente, fueron los eternos guardianes del secreto de las magníficas puertas y pertenecias reales de los soberanos de Mesopotamia. Sus fauces rugientes y afiladas garras pretendieron mantener alejados y aterrados, a los enemigos de los reinos y los imperios. Símbolo del poder y emblema de la realeza por excelencia, desempeña una función protectora contra las influencias malignas. Animal solar, signo de virilidad y vigor, equiparado a las cualidades deseables de un gobernante mesopotámico.
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