Las telecomedias descubrieron muy pronto que añadir una pista de carcajadas a la banda sonora de un episodio multiplicaba exponencialmente la gracia de una escena, pero a qué precio. Durante décadas, el secreto alquímico de las risas enlatadas permaneció custodiado bajo siete llaves por su inventor: Charles Douglass, oscurantista de la diversión.
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