En 1940, después de absorber las repúblicas de Lituania, Letonia y Estonia, el tirano rojo inició una serie de deportaciones masivas con un solo objetivo: eliminar a los grupos étnicos de tendencia nacionalista para, así, arrancar de cuajo cualquier conato de posible revolución. Este fue, quizá, el caso más desconocido, pero hubo otros tantos. En total, los expertos confirman que el dictador desplazó a entre tres y seis millones de personas hacia las regiones más recónditas de la URSS. Triste forma de rusificar a los estados satélite.
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