Muchas veces tenemos la percepción de que la vida de los espías debe ser como si fuera una película de James Bond o de Misión Imposible, llena de acción y de peligros. Sin embargo, y aunque en algunas situaciones excepcionales así pudiera ser, no son pocos los ejemplos documentados de que, para ser un espía, simplemente hay que estar receptivo a lo que dicen los demás... y echarle un poco de jeta, que lo demás viene solo. Tal es el caso de Frederick Duquesne, un espía alemán que en 1939 consiguió información sobre una nueva máscara de gas .
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