Y es que, permítanme la obviedad, si las drogas nos producen efecto es porque tenemos receptores para ellas. Nuestro cerebro chapotea con regocijo en una miríada de neurotransmisores que él mismo segrega para mantenerse activo y comunicado entre sus diversos departamentos, de manera que cuando llegan suplementos desde el exterior son asimilados con naturalidad, modificando levemente el perpetuo estado de ebriedad en el que vivimos inmersos. Eso es lo que el psiquiatra investigador Rick Strassman sostiene respecto a la llamada DMT.
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