Un testimonio que nos ha llegado de su época le concedió a regañadientes ser «un pintor que conoce su oficio» antes de añadir el inevitable «pero» con el que desquitarse: «pero de espíritu oscurecido, alejado desde hace tiempo de Dios, de su adoración, de todo buen pensamiento», cuya obra se caracterizaba por la «vulgaridad, sacrilegio, impiedad y mal gusto». Un odio tan depurado como el que obtuvo de tantos coetáneos no podía ser fruto simplemente del temperamento arrogante y pendenciero que le atribuían...
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