Los lectores de El Víbora allá por los 90 estábamos preparados para muchas cosas, podíamos soportar la más afilada de las incorrecciones políticas y éticas, siempre jugando al límite del fuera de juego, pero tal vez no para tolerar la lírica sosegada del dibujante japonés Jiro Taniguchi. Quién nos iba a decir que entre las erecciones, eyaculaciones y otras exhibiciones filobukowskianas de aquellas viñetas íbamos a encontrar un remanso de paz espiritual y de belleza minimalista.
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