Las lágrimas del Ártico caen, incesantes y copiosas, sobre mi cabeza. El Ártico se muere, o al menos lo hace la secular capa de hielo que lo cubría, cuya eventual desaparición implicará no sólo el final del hábitat de unas pocas especies, sino un desequilibrio climático a gran escala que afectará a todo el tercio septentrional del planeta.
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