La popularización de los refrescos fue posible porque existía un comercio de la nieve. Desde la época griega y romana, las bebidas se enfriaban con nieve. Pero en el XVII se convirtió casi en un artículo de primera necesidad. Lo habitual era transportar la nieve desde los pozos de la montaña hasta los lugares de consumo. En Madrid la demanda era tal que se construyeron grandes depósitos subterráneos en la puerta de los pozos de la nieve, cerca de la actual glorieta de Bilbao, para asegurar el suministro de la ciudad.
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