(...) Aunque nos ha costado históricamente, empezábamos a asimilar algunas heridas infligidas a nuestro narcisismo, admitiendo que no somos el centro del universo (Copérnico), ni la cumbre de la naturaleza (Darwin), y que nuestra consciencia no nos gobierna (Freud). (...) También habíamos asumido que la tecnología a nuestro servicio - y al de nuestros enemigos - ha superado muchas de nuestras capacidades (fuerza, velocidad, memoria, cálculo,…). Sin embargo, todavía reteníamos un carácter genuino de ser humanos, nuestra condición de ser Sapiens.
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