Somos seres humanos, o sea, seres imperfectos. La interacción social es tan compleja que el cerebro no puede procesar todo lo que sucede (Fiske y Taylor, 1991). Para evitar la sobrecarga mental, el cerebro usa la “atención selectiva”, es decir, solo prestar atención a determinadas señales y obviar el resto. Así puede analizar y categorizar la realidad (MacRae y Bodenhausen, 2001). Lo bueno de esto es que permite que la interacción social sea ágil, lo malo es que al simplificar la realidad creamos estereotipos (Sherman et al., 1998)
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