La existencia de antirreyes es más típica de las monarquías electivas que de las hereditarias porque la sucesión siempre ha sido fuente histórica de enfrentamientos y si, como entonces, no estaba cimentada se abría la puerta al conflicto. Por esa razón la mayoría de los antirreyes no se dieron en países donde el trono se heredaba, sustentado por derechos divinos, sino en aquellos en los que el monarca era elegido, como solía pasar en la Europa central y germánica.
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