El primer uso comienza en la Antigüedad y, tras algunas confusiones, malentendidos y un mucho de avaricia, termina con las momias en frascos para medicinas... Una vez reducidas las momias a polvo, que era la forma más habitual de consumo, sería casi imposible diferenciar entre una verdadera momia egipcia y un cadáver fresco tratado con betún y secado al sol. En Europa se estuvieron “consumiendo” momias hasta bien entrado el siglo XVIII.
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