Lo más icónico de virus del sarampión es el sarpullido: manchas rojas y lívidas que hacen visible la infección. Pero ese sarpullido, e incluso la fiebre, la tos y los ojos llorosos y doloridos, son sólo distracciones del daño real: un ataque total al sistema inmunitario. La enfermedad borra la memoria del sistema inmunitario de infecciones pasadas. Esta "amnesia inmune" resultante deja a las personas, durante meses o años, vulnerables ante otros virus y bacterias que causan neumonías, infecciones de oído y diarreas.
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