Es muy fácil, funciona así: tomo –o derechamente invento– una palabra de un idioma poco conocido, le doy un significado que parezca profundo –o deformo su significado original a mi conveniencia–, lo escribo en un libro, y vendo, vendo, vendo. Si además a partir de dicha palabra logro desplegar una serie de conclusiones filosóficas sobre el pueblo en cuestión, mejor aún, tenemos el kit completo. Grito y plata.
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