Cuando Fernando Higueras contaba a sus alumnos que vivía en una cueva bajo tierra le solían mirar con perplejidad. Ahí, delante de ellos, estaba un genio, conocido por hacer edificios inconfundibles como las Viviendas para el Patronato de Casas Militares o la Corona de Espinas. No se creían que un arquitecto renunciara a la oportunidad de lucirse con su propia casa. Antes de que los arquitectos se llenaran la boca con palabras como sostenibilidad, Higueras ya pensaba en ello de forma casi innata.
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