Reichelt ya era un sastre de prestigio en Francia cuando ideó una especie de paracaídas que le permitiera saltar desde un lugar alto, descendiendo suavemente a tierra. Para probar su invento, utilizó primero un muñeco que lanzó desde lo alto de la Torre Eiffel. El muñeco se estrelló contra el suelo, pero Reichelt argumentó que, por ser un muñeco, no tenía la posibilidad de abrir los brazos. Entonces, decidió probar su invento él mismo tirándose desde la Torre Eiffel.
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