Detrás de la aparente aleatoriedad de un partido de baloncesto se produce una autoorganización en los equipos. Las interacciones entre compañeros y oponentes se influencian entre sí todo el tiempo, y el propio juego permite que surjan comportamientos creativos. Este fenómeno, detectado por investigadores españoles tras analizar más de 6.000 partidos de la NBA, se asemeja a la evolución constante que deben desarrollar los seres vivos para mantenerse en la naturaleza.
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