La primera vez que Roscoe Arbuckle subió a un escenario descubrió que era el hogar de los que no tienen ninguno. También descubrió la cantidad de risas distintas que hay en el mundo: «No lo sabes hasta que las oyes todas a la vez, y te pagan por ellas». Su rol escénico consistía en recibir golpes, o cantar un poco y luego recibir golpes. Nada nuevo en su vida, salvo la paga y los aplausos. Roscoe tenía nueve años cuando se fugó de casa para no padecer más las palizas de su padre, que lo acusaba de haber roto la vagina a su madre en el parto.
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