Cada pueblo y cada realidad requieren para ser admirados en su plenitud una manera concreta de mirarlos. Nápoles es una dama vieja y suplica ojos de hombre joven para dejarse ver. No sería de extrañar que contemplándola así nos revelase no ya sólo sus secretos sino la sensualidad de la señora que de pronto recuerda que antes que señora y como condición de ello, ante todo es mujer.
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