Encuentros fugaces a la sombra de un triste árbol, visitas domiciliarias escudadas tras una bolsa de la compra que solo contiene un par de calzoncillos limpios, vecinos que cambian de rellano en busca de una promesa de contacto físico. Apps que echan humo desde el alba hasta la madrugada, crushes que se acumulan por decenas, mudanzas inesperadas hacia zonas más bulliciosas y un sexting desmelenado con muchas posibilidades de cambiar la pantalla por el sofá.
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