El reinado de Juana I de Castilla junto a su esposo Felipe el Hermoso comenzó en 1504 pero se vio truncado ese mismo año por el fallecimiento de su marido, que hizo explotar a Juana en un delirio paranoide que la llevó a desenterrar el cadáver de su marido ya embalsamado e iniciar una fúnebre procesión por el Reino de Castilla en la que viajó únicamente de noche, pues decía que "una mujer honesta, después de haber perdido a su marido, que es su sol, debe huir de la luz del día", según los relatos de sus cortesanos.
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