Ni desde un punto de vista legal ni psicológico, ni desde una mirada feminista común, se reconoce que el trato vejatorio y denigrante sufrido frecuentemente por la mujer durante el parto y/o exploraciones ginecológicas pudiera nombrarse como "violencia". Reconocerla significa reconocer que nuestros partos y nacimientos han sido violentos y violentados.
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