La transferencia de fondos públicos a manos privadas, gracias a la burbuja biomédica, es más importante pero menos visible: en vez de dedicar presupuestos públicos a rescatar bancos los dedicamos a pagar innovación basura. Empobrecemos los países con el falso altruismo que supone financiar cualquier innovación biomédica. La insostenibilidad del modelo acaba pagándose en forma de recortes, copagos y privatizaciones. Es la doctrina del shock que tan bien explicó Naomi Klein: cuanto peor, más fácil es justificar reformas neoliberales.
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