Las fotografías en blanco y negro de Antoni Arissa, protagonizadas por su dominio de la luz, nos hacen soñar con una Barcelona en la que los hombres se paseaban, misteriosos, en gabardina y sombrero de copa; y donde las niñas estrenaban vestido nuevo y salían disparadas de la emoción hacia la escuela. En la que las terrazas de los cafés recordaban a las de París, y no había límite de edad para subirse a las atracciones de las ferias.
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