Cuando llegaron a Francia refugiados los miles de españoles, entre febrero y marzo del 1939, se encontraron sometidos por las autoridades francesas, todos juntos, a una misma condición de maleantes o sospechosos. Todos eran « rojos », y allí no hubo distinción cualquiera, por parte de esas autoridades, entre comunistas, anarquistas, socialistas o meros republicanos. Y menos aún entre catalanes, castellanos, gallegos o vascos. Todos igualmente considerados como peligrosos, poco menos que asesinos, que había que encerrar y vigilar...
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