Cultura y divulgación
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Extinción, por Ramon Aymerich

Descubrí que las golondrinas tenían el nido sobre el ventanal del comedor el día que nació mi hija, hace veinticinco años. Las mañanas de primavera eran intensas. Las golondrinas iban y venían frenéticas y parecían siempre a punto de chocar contra el cristal. Al final giraban bruscamente o aterrizaban con gran habilidad en el nido. Y así cada primavera. Hasta que un día dejaron de venir. Habían asfaltado las últimas calles del pueblo, y las golondrinas se habían quedado sin charcos y sin barro para reconstruir sus nidos.

| etiquetas: fauna , golondrinas , gorriones , humanos

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