Y es que en la Antigua Grecia se dieron cuenta que las semillas del algarrobo tenía una peculiaridad: todas eran asimétricas y tenían un mismo peso, por lo que no se tardó en crear una medida de peso en la que una semilla de algarroba pesaba 200 miligramos. Por tanto, los tan nombrados diamantes de 24 quilates pesan en total 4,8 gramos (más la estructura en la que vaya insertado, evidentemente).
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