Los gritos eran omnipresentes. Las calles estaban teñidas de sangre y una mezcla de olor a quemado y sonidos quedos se repartían por la ciudad imperial. Los “bárbaros”, como los definirá el historiador bizantino Nicetas Choniates, campaban a sus anchas; la ciudad era suya. Aquel fatídico día del 13 de abril de 1204 Nicetas se vio obligado a correr a casa de un amigo veneciano, razón por la que se salvó del saqueo. Más tarde no dudó en verter ríos de tinta sobre el acontecimiento; Constantinopla había sido tomada, finaliza la Cuarta Cruzada.
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