Según constataron, los bebés que se habían mostrado más sensibles ante la visión de rostros con expresión de temor a la edad de siete meses, otros tantos meses después presentaban una conducta más altruista que el resto de participantes. Esta diferencia incluso se reflejaba en la actividad cerebral. Según revelaban los encefalogramas, su patrón de actividad en la corteza prefrontal dorsolateral, área asociada con el control cognitivo, era diferente del de los niños con un comportamiento menos prosocial.
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