Cultura y divulgación
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Para convertir plomo en oro

Desde joven, Aldo Manuzio oyó de su maestro las alabanzas de aquel rutilante invento de la imprenta. Y el aspecto económico de la incipiente industria se hizo enseguida evidente, como debió enseñarle también su maestro, señalando en especial el bajo coste de los libros producidos en masa. La perspectiva de un nuevo negocio por explotar quedó sin duda en su mente desde entonces. La mezcla de altísima cultura humanista y de mercadeo puro y duro se dará, pues, en el futuro gran impresor veneciano como en ningún otro hombre del Renacimiento.

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