Tras un chut, la pelota pasa por encima de la verja. El utillero, curtido tras media vida en las categorías inferiores yugoslavas primero y serbobosnias después, masculla una maldición. La precaria economía del club no permite que se pierda material, así que le tocará ir a por el balón. Del bolsillo lateral de una bolsa de deportes con los colores del equipo saca su pasaporte. Porque para ir a buscar la pelota tendrá que ir al extranjero. Bienvenidos al campo de fútbol de Kostajnica, donde se puede chutar desde un país y marcar gol en otro.
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