En el año de 1702 fue nombrado superintendente general de los astilleros de Cantabria, con amplias facultades para la organización de la maestranza y de la contabilidad e intervención de materiales y jornales; aún no siendo su profesión, se puso a trabajar con ahínco, dirigiendo con toda pericia la construcción de un galeón de 74 cañones, que llevaba el nombre de Salvador, así como la de otros buques, tanto si eran por encargo del Gobierno o bien por el Consulado de Sevilla, siendo siempre muy elogiada su labor.
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