“No se les puede vendar ni tocar. Los cubrimos con una tienda apoyando hojas. Las quemaduras por gas deben ser atroces porque los demás casos no suelen quejarse, incluso con las peores heridas, pero los casos de gas superan invariablemente su capacidad de resistencia y no pueden evitar gritar”. Así describía una enfermera británica durante la Primera Guerra Mundial el caso de un soldado afectado por la intoxicación del gas mostaza. No sabemos si sobrevivió pero de lo que no hay duda es que quedaría marcado para el resto de su vida.
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