(...) Wittgenstein argumentó acerca de la imposibilidad de definir sensaciones tales como el dolor al margen de un lenguaje, de unas normas y de una forma de vida; "¿cómo se refieren las palabras a las sensaciones?" o, por preguntarlo con otra cita, "¿cómo se establece la conexión del nombre con lo nombrado? La pregunta es la misma que ésta: ¿cómo aprende un hombre el significado de los nombres de sensaciones?" (...)
(...) Llegados a este punto, creo que no sería malo volver a señalar un punto importante que ya se ha comentado antes. La aceptación de la problemática concepción internista de la conciencia implica una metodología determinada, esto es, el individualismo metodológico. Según esta metodología, para el internismo es posible, digo más, es suficiente para hablar de la conciencia, con el estudio de los procesos internos de un individuo, bien sea para centrarse en sus estados neurológicos, bien en sus procesos funcionales o bien en los estados que sobrevienen naturalmente a, o emergen de, lo neurológico. Los datos relevantes serían aquellos datos que un individuo, aislado, independientemente de su entorno social, podría darnos. Pero, retomando algo que ya mencionamos al principio, ¿qué es el dolor?, ¿cómo podemos saber según esta metodología cuándo este individuo tiene una sensación como el dolor, o está celoso o envidioso? (...) dado el individualismo metodológico propio del internismo, la respuesta a estas preguntas tendría que buscarse únicamente en el estudio de los estados y procesos internos del sujeto (...) ¿es posible hacer tal cosa?, (...) ¿podemos estar seguros de que la respuesta podemos encontrarla en los estados y procesos internos de un sujeto? Porque, y aquí está la cuestión, este sujeto, para respondernos no puede más que recurrir, en este caso, a sus propias sensaciones, a sus estados internos, sean de un tipo o de otro. Sin embargo, ¿cómo ha aprendido qué es una sensación? (...)
Si el internismo quiere responder a alguna de estas preguntas no le queda otro camino que recurrir, por ejemplo, para definir el dolor, a mecanismos tales como la definición ostensiva. Es decir, para el internismo es el sujeto el que tiene ya toda la información en y sobre sí mismo, y es únicamente él, el que puede proporcionárnosla. Pero desde nuestra perspectiva creemos que esta información es previa, anterior, al propio sujeto y, por tanto, conformadora del mismo. Del mismo modo, no creemos que sea posible defender adecuadamente la posibilidad del desarrollo de la conciencia de un sujeto de forma aislada, pues desde el individualismo metodológico, ¿de qué se alimentaría este sujeto, por decirlo así, si no es de sí mismo?
Todo sujeto requiere de otros sujetos, de una sociedad que le enseñe qué es una sensación (por mucho que biológicamente pueda tener, por ejemplo, la sensación de miedo con tales o cuales fines útiles para la supervivencia, etc., otra cosa distinta es que consiga ser consciente de que tiene miedo); todo sujeto necesita de una sociedad que le proporcione normativamente, esto es, externamente, una serie de ortogramas con los que conformar su conciencia. Si no es inserto ya, desde su mismo origen, en una sociedad o cultura, es imposible concebir cómo un sujeto puede aprender qué es una sensación, no puede aprender qué es "ver rojo", no puede tener conciencia de "qué es un dolor", ya que si todo ello requiriera únicamente de sí mismo no habría criterio externo alguno, no habría tampoco experiencia consciente. Como ya señalara Wittgenstein, si cada sujeto recurriese únicamente a sus procesos y estados internos no podría haber criterio al que recurrir, dado que los criterios, para serlo, deben ser objetivos y normativos, y ello sólo es posible en la intersubjetividad, que implica la "correctibilidad" mutua, esto es, la capacidad que los sujetos tienen de guiarse, corregirse o enseñarse mutuamente, según unos parámetros (ortogramas) comunes. Sin que esto suponga, por supuesto, la negación de la capacidad de desarrollo o cambio que los sujetos operatorios tienen de dichos ortogramas anteriores a ellos y determinantes de ellos, cambio sin el cual sería inexplicable, en gran medida, el curso histórico de las culturas y de las sociedades humanas.
Cada uno de nosotros, desde niño, como miembro de una sociedad determinada, es educado en una serie de ortogramas objetivos y sólo gracias a ellos desarrollamos nuestra propia conciencia. La conciencia no se puede entender de un modo formal, sino que la conciencia es la propia urdimbre de los contenidos de la conciencia (los ortogramas). Para ver esto con más claridad recurramos a un ejemplo. Imaginémonos la situación en la que un niño de no más de un año o año y medio le regalan un juguete diseñado para que aprenda las formas geométricas. Está compuesto por unas formas tridimensionales y una caja con dichas formas exactas para que sean encajadas. (...) coge las formas y juega con ellas, quizá las tire, quizá se dé cuenta de que hay unos huecos en la caja, él no sabe para qué sirven ni cómo, pero a veces, en lugar de tirarlas intenta introducirlas, pero no sabe que dichas formas deben ser las mismas para poder hacerlo, el niño lo intenta, incluso golpea las formas contra la caja con todas sus fuerzas, pero no consigue introducir ninguna figura si no es de forma fortuita. Si bien, su madre lo ve e intenta ayudarlo a hacerlo adecuadamente. Le habla, le nombra cada figura y le señala la diferencia entre cada una de las figuras, sus distintos colores, y le muestra cómo encajan e intenta que el niño la imite. (...) dada la repetición día tras día de esas enseñanzas el niño irá asociando las formas, irá «siendo consciente» de dichas formas y de la función que tienen los huecos de su juguete. Hasta que finalmente, el niño aprenda, asimile, qué son las formas geométricas y por qué y mediante qué operaciones tiene que colocarlas en el lugar adecuado para que caigan dentro de la caja. ¿Podría haber hecho esto al margen de las enseñanzas de los individuos que le rodean y que le han enseñado?, ¿habría adquirido conciencia de las formas geométricas?, ¿habría aprendido a percibirlas por sí mismo atendiendo a sus estados internos (suponiendo que pudiese hacer eso)? (...) dichos conceptos son ortogramas, y, por tanto, entre otras cosas, son patrones de discriminación, y en cuanto discriminativos son externos y normativos, puesto que un patrón es una norma, lo cual requiere criterios externos. Así, son los individuos que rodean al niño los que, a través de las instituciones presentes en su sociedad, le enseñan cómo jugar con las formas geométricas, cómo entenderlas, cómo percibirlas.
En todo sujeto se da un largo transcurso progresivo de su conciencia a medida que va asimilando y automatizando todos aquellos ortogramas que conforman su conciencia y que la sociedad en la que él vive, en la cual nace y que es anterior a él, le proporciona. Sin embargo, desde posturas internistas no es posible dar cuenta de este fenómeno, ya que incluye toda una serie de presupuestos problemáticos que, dado su individualismo metodológico, impiden "salir del sujeto" o de su cerebro. Efectivamente, ¿cómo dar cuenta de todo lo señalado antes a partir de los estados internos, de los estados que sobrevienen naturalmente a, o emergen de lo neurológico, o simplemente desde nuestra organización neuronal? Es imposible. Son estos ortogramas históricos los que conformarán y determinarán su conciencia.
Emmanuel Martínez Alcocer, "¿qué es la conciencia? Materialismo de la conciencia versus internismo de la conciencia", 2014.